Temática - Entre las exigencias disciplinares y las exigencias laborales. Diálogos, límites e identidad profesional en la formación de antropólogos y antropólogas en España
Coordinan: Soto Marata, Pepi (ICA) Giménez Romero, Carlos (IMA) y Díez Mintegui, Carmen (Ankulegi)
Contacto: pepi.soto@uab.cat; carlos.gimenez@uam.es; c.diez@ehu.es
Orden de intervenciones de este simposio.
El camino recorrido por la Antropología española desde los años 70 ha dado sus frutos. Casi cincuenta años después España cuenta con un buen acerbo de antropólogos y antropólogas entre sus profesionales en activo. En su mayoría son personas formadas como tales a lo largo de los dos años de la Licenciatura en Antropología Social a la que accedían con formaciones previas de distinta índole, ya fueran diplomaturas, primeros ciclos o licenciaturas universitarias. Muchas de esas personas ya eran profesionales especializados cuando cursaban su licenciatura en Antropología Social. Durante años, la incorporación de antropólogos y antropólogas al mercado de trabajo se ha producido en buena medida gracias a otros saberes técnicos específicos, priorizados en términos generales al saber antropológico a la hora de encontrar trabajo y de formar parte de ámbitos profesionales de lo más diverso. Ello ha permitido disponer de un mosaico plural de profesionalización documentado en el Informe de la ocupación laboral de los titulados en Antropología de España y otros países, elaborado por la Subcomisión de Perfiles Profesionales de la Comisión de Profesionalización de la Antropología en julio de 2008. En las conclusiones del informe se hace referencia a la división de los ámbitos ocupacionales de la Antropología en tres categorías: ocupaciones consolidadas, ocupaciones emergentes y ocupaciones potenciales aunque constata que un porcentaje muy alto de personas no se presentan como antropólogos o antropólogas en ninguna ocasión. Según el mismo informe, los puntos fuertes del profesional de la antropología parece que están bien definidos -capacidad para el trabajo en contextos interculturales, aportación de una perspectiva crítica y comprometida y capacidad para el trabajo en equipos multidisciplinares- pero la disciplina sigue siendo mal conocida a nivel social. Ese bagaje con el que contamos, al que mayoritariamente no se accedió desde la formación antropológica, sigue manteniéndose oculto, expresa de algún modo aún la invisibilidad del saber antropológico, dificulta la emergencia de su centralidad en los procesos de análisis crítico sobre el mundo actual e impone ciertos inconvenientes al establecimiento de referentes claros para la identificación profesional de los futuros antropólogos y antropólogas con su oficio.
El curso 2009-2010 el Grado en Antropología Social y Cultural entró en escena. La implementación de una formación inicial de cuatro cursos académicos en el nuevo marco de confluencia europea, expresaba con claridad la voluntad de la Antropología española de construir y establecer su lugar en el mundo laboral desde la formación inicial. El informe de la CPA de julio de 2008 contemplaba el consenso generalizado en la necesidad de dar más énfasis a la antropología aplicada y a los temas relacionados con la sociedad actual de la antropología
en general y en la necesidad de poner en marcha prácticas en empresas e instituciones. Se esperaba que la mayor duración de los estudios potenciara las técnicas, las prácticas profesionales y en general, la colaboración con instituciones externas a la universidad. Las prácticas profesionales de los Planes de Estudio del Grado son un indicio inequívoco de la apertura de la antropología académica hacia el mundo del empleo, aunque no sean el único. En septiembre de 2014, cuando el XIII Congreso de la FAAEE se lleve a cabo bajo el lema “Periferias, fronteras y diálogos”, habrá en España algo más de un centenar de graduadas y graduados en Antropología Social, en condiciones de afrontar la consecución de su interés profesional, más allá de lo imaginado, ahora en la vida cotidiana y real del ganarse la vida. Todos ellos y las promociones que les seguirán, aspirarán a trabajar como profesionales de la antropología. Para eso han estudiado.
La centralidad que puede llegar a tener el oficio de antropólogo y antropóloga, no va a ser tarea fácil. En tiempos de desasosiego mantener un rumbo firme hacia la consolidación del desarrollo profesional de la antropología y su inserción plena en el mercado laboral va a exigir, exige, vigilancia, acompañamiento, amparo y cuidado, como si de un cachorro humano se tratara. Todo ello conlleva complejos procesos de negociación y diálogo en la academia, entre la academia y el mundo más allá de la academia; entre saberes, voluntades, expectativas, esperanzas, prestigios e intereses. Los procesos de diálogo entre las necesidades de formación de los futuros antropólogos y antropólogas y las exigencias de la disciplina antropológica y entre éstas y los intereses, necesidades y exigencias de las múltiples entidades, empresas, organizaciones e instituciones que componen el mosaico laboral, son, por lo menos, una de las claves para labrar esos caminos.
Por una parte, el mundo de afuera sabe lo que necesita para seguir adelante. Las entidades, empresas u organizaciones con las que se entra en relación para iniciar el camino del ejercicio profesional de la antropología a través de las prácticas profesionales, muestran sus situaciones, expresan sus exigencias, sus intereses, sus dudas y sus disponibilidades hacia la incorporación de un antropólogo o antropóloga en formación. Por otra parte, los estudiantes del Grado y de Posgrado que llevan a cabo sus prácticas profesionales se preguntan qué sabrán hacer con lo aprendido cuando se hallen en situaciones reales, si serán capaces de generar confluencias entre su saber y su sentir y lo que de ellos pueda esperar una entidad o si la exigencia ética de la profesión significará un impedimento para ejercerla en el mundo que les ha tocado vivir y trabajar. También los académicos y académicas nos preguntamos cómo habrá que ir redefiniendo la relación con nuestra propia disciplina, con los saberes y su aplicación, con el mundo de las empresas y las oportunidades laborales para que la Antropología no se mantenga en los márgenes.
El simposio propone enfocar poliédricamente la actual situación de la formación en Antropología Social en España particularmente en relación con la práctica profesional. Propone contemplar las voces de sus protagonistas, docentes y estudiantes, así como las voces de las muchas realidades laborales que están comenzando a colaborar con la academia en la profesionalización de los futuros antropólogos y antropólogas y que son parte imprescindible en sus procesos de incorporación social. Conocer qué se está llevando a cabo, en qué ámbitos, cómo y por parte de quién. Profundizar en los entresijos de la colaboración con los demás con el objetivo de formar buenos profesionales de la antropología, una antropología que debe adaptarse, también, a las exigencias del mercado aunque sin renunciar a ser reconocida con legitimidad para existir y desempeñarse como tal. Establecer puentes y diálogos implica una perspectiva, un proceder y un horizonte hacia el que referirse. Esmerarse en ello es imprescindible para ejercer el oficio con la dignidad que se merece, con el rigor y la calidad que nos debemos exigir en las dimensiones teórica, metodológica y técnica, para propiciar la plena incorporación laboral de nuestros jóvenes estudiantes y para, entre unos y otros, procurar un mundo algo mejor.